sábado, 1 de junio de 2013

Estoicismo y vilipendio

Glenn Close en una de sus mejores interpretaciones.
 
Una de mis secuencias favoritas en Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988) es aquella en la que la Marquesa de Merteuil es recibida con un silencio sepulcral a su entrada en el palco de la ópera y a continuación se ve obligada a abandonarlo a causa los abucheos incesantes de la concurrencia sabiéndose descubierta de sus perniciosos ardides en la sociedad parisina de entonces.
La forma ovalada sobre la que se fundamentan los teatros de ópera no se debe únicamente a motivos de acústica, si no que va más allá, y se justifica en la esencia social que tuvieron y mantienen estos edificios, donde los asistentes no solo van a ver, sino también a ser vistos. En este sentido, esta circularidad implica un riesgo que justamente radica en que en un cierto momento, el punto de atención natural hacia el escenario pueda virar, convirtiendo inesperadamente a cualquier espectador en el auténtico protagonista del evento social.
 
 
Anoche, los príncipes de Asturias fueron abucheados en la ópera. Asistían al estreno de la ópera bufa L'Elisire d'amore en el Liceu de Barcelona y los tímidos aplausos de una minoría apenas pudieron silenciar el sentido clamor de la sociedad, en este caso la catalana, que manifestaba así su descontento con la situación en la que se encuentra el país y la institución que representan los príncipes. Aguantando el tirón, y a modo de la vieja escuela (la de su madre) el príncipe mantuvo una sonrisa tensa que, aunque no dudo que quisiera ser conciliadora, sospecho que debió ser interpretada como un gesto bobalicón o lo que es peor, indolente. Por el contrario, la princesa mantuvo en su mayor parte un semblante serio y observador. Se me antoja que su gesto responde a su carácter analítico y riguroso como el de la periodista que oculta tras su papel de consorte sin más. Y aunque la princesa de Asturias no cae simpática ni tiene intención de parecerlo, confío que desde su papel ciertamente limitado pueda establecer un vínculo entre la sociedad y la monarquía, pues solo de esta forma, la institución podrá adaptarse a los tiempos que corren.
 
 
Los príncipes de Asturias aplaudidos y abucheados en el Liceu


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