martes, 9 de agosto de 2011

Lo raro del verde



Este verano me encuentro totalmente absorto releyendo Grandes esperanzas de Charles Dickens. Y aunque resulte poco ortodoxo, hoy por la tarde no he podido evitar el llevar la novela al gimnasio. Y de poco que no me mato pegando un traspiés en la cinta, distraído con las desventuras del pequeño Pip...  
La novela de Dickens fue llevada magistralmente a la gran pantalla por David Lean en 1946. De aquella versión, lo primero que que me viene a la cabeza es una jovencísima Jean Simmons teñida de rubio. Más que nada, porque  nunca he comprendido estos arreglos cosméticos tan innecesarios que se van repitiendo con cierta frecuencia. Y por citar otro ejemplo, recordemos la Elizabeth Taylor de Mujercitas... Pero volviendo al tema que me ocupa, tengo que reconocer que mi versión preferida de Grandes esperanzas es la que dirigió en 1998 el mexicano Alfonso Cuarón. De aquella adaptación, localizada en el sur de los Estados Unidos en época actual, me llamó la atención su puesta en escena donde el color verde (el verde esperanza) ocupaba un lugar primordial. En la película Gwyneth Paltrow lucía con gran estilo un vestuario diseñado por Donna Karan.




Porque el verde es un color tan difícil de vestir que solo los más osados (y los pelirrojos) se atreven con él. Recientemente, una encuesta realizada por una conocida revista posicionaba el vestido de noche que lucía Keira Knightley en Expiación (2007) en la primera línea del ranking de los mejores trajes de la historia del cine. Por fortuna, esta valoración totalmente arbitraria no pasó de titular veraniego, porque me parece que se habían saltado de un plumazo grandes diseñadores de vestuario que aportaron en su momento un granito de arena en el universo creativo del séptimo arte. Sin ir más lejos, yo mencionaría el famoso vestido de terciopelo verde (diseño de Walter Plunkett) que Scarlett O'Hara se confeccionaba a partir de una cortina para visitar a Reth Butler en Lo que el viento se llevó (1939). Argumentalmente, parece ser que las cortinas verdes han dado mucho de sí. El personaje de Ana Belén en El amor perjudica seriamente la salud (1996) emulaba a la heroína sureña reparando su maltrecho vestido de Jesús del Pozo cosiéndose una cortina del Hotel Crillon a modo de falda. Y una hacendosa Julie Andrews en Sonrisas y lágrimas (1965) vestía a sus pupilos con el terrible estampado de unas cortinas de la mansión familiar. Y los chiquillos tan felices que incluso el propio Marc Jacobs ha terminado haciendo eco de esta tendencia "vístete con la cortina" en su última colección Resort.











Otra acepción que ha recibido el verde es relativa a lo raro. Y de ahí imagino que surge la expresión "eres más raro que un perro verde". Cualquiera que introduzca el verde en su vida parece convertirse en un defensor de causas perdidas o en un marginado social (cualidades que en los tiempos actuales se pasean cogiditas de la mano). Como tarea veraniega recomendaría el visionado de El niño del pelo verde (1948) de Joseph Losey. Una increíble metáfora sobre el miedo hacia lo diferente en plena era del macartismo.