lunes, 28 de febrero de 2011

Botulínicos e integrados

Fotografía de Kai Z Feng para InStyle.


Fue anoche durante la retransmisión de los Oscar que alguien citó una curiosa coincidencia de noticias: Justo en estos tiempos en los que el régimen de Gaddafi se desmorona Nicole Kidman ha manifestado su renuncia a seguir haciendo uso del bótox. ¿Y qué tienen que ver ambos hechos? Pues que el dictador libio siempre ha demostrado una obsesión por no envejecer, lo que lo ha llevado a recurrir en numerosas ocasiones a los diabólicos efectos de la famosa toxina.
¡Ojalá los tiempos del bótox estén llegando a su fin! (Y los de Gaddafi también). Por lo pronto, diríase que para celebrarlo, la pelirroja australiana se hace fotografiar en compañía de su colega Cate Blanchett, de la cual se declara ferviente admiradora. Opino que la foto es reveladora, pues ilustra dos maneras de asumir el paso del tiempo y evidencia justamente, cuál de ellas es la más inapropiada. En todo caso, como rectificar es de sabios, esperemos una pronta rehabilitación en el rostro de la bella Nicole, para que vuelva a sorprendernos como antaño.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Disculpa, querida. Tengo que recoger un premio...

 

En estos días previos a la entrega de los Oscar no puedo evitar recordar una anécdota que me contó mi amigo Guillermo Balmori, posiblemente una de las personas que más sabe sobre le época dorada de Hollywood, reflejada en su libro sobre la famosa estatuilla.


 
Corría el año 1963, Bette Davis y Joan Crawford habían protagonizado ¿Qué fue de Baby Jane?, una de las producciones que más ríos de tinta habrá generado debido a la conocida animadversión que se profesaban ambas estrellas. Las anécdotas de rodaje fueron muchas ya que las dos actrices hicieron lo posible e imposible por amargarse la existencia. El destino, que es caprichoso y cruel, hizo que aquél año resultara únicamente Bette Davis nominada en la categoría a mejor actriz, dejando totalmente fuera de juego la interpretación de su compañera. Mas allá de resignarse, Joan Crawford todavía estaba dispuesta a quemar un último cartucho. La actriz se puso en contacto con el organizador de la gala ofreciéndose para presentar cualquier premio que consideraran conveniente. Por otro lado movió todos los hilos posibles para contactar con el resto de las nominadas ofreciéndose para recoger su premio en el caso que no pudieran acudir a la entrega de premios. Aquél año Bette Davis se presentaba como clara favorita para ganar el premio, pero contra todo pronóstico, el nombre que apareció en la papeleta no fue el suyo, sino el de Anne Bancroft por su interpretación en El milagro de Ana Sullivan. Casualmente Anne Bancroft no había podido acudir aquella noche a la gala, pues tenía una representación en Broadway. Cuenta la leyenda que una Bette Davis paralizada sintió sobre su hombro la mano helada de Joan Crawford que le espetó un “Disculpa, querida. Tengo que recoger un premio.”

 

De esta forma, Joan Crawford consiguió robarle todo el protagonismo a su histórica rival. Pues independientemente que ella hubiera sido nominada, aquella noche terminó subiendo al escenario en dos ocasiones, para entregar el premio a David Lean por Lawrence de Arabia, y lo más importante, para recibir el de mejor actriz.