viernes, 27 de enero de 2012

In Memoriam

Eiko Ishioka (Tokyo, 1939-2012)


Esta mañana he despertado con la triste noticia del fallecimiento de Eiko Ishioka. Estoy seguro que todos los amantes del diseño habrán sentido especialmente la pérdida de esta artista japonesa que ya en vida se convirtió en un auténtico referente. Conocida por sus trabajos dentro del diseño gráfico, la dirección artística, la escenografía y el diseño de vestuario, se dio a conocer para el gran público por sus increíbles diseños para la película Drácula de Bram Stoker (1992) de Francis Ford Coppola por los que recibió un Oscar. Mantuvo una estrecha colaboración con el director de origen indio Tarsem Singh, diseñando el vestuario de todas sus películas. De hecho, en breve podremos disfrutar de su trabajo póstumo con el vestuario de la película Mirror, Mirror, una de las adaptaciones cinematográficas del cuento de Blancanieves que está por llegar.
Echaremos de menos los maravillosos vestidos-dragón y su peculiar sentido de la estética entre lo bestial y lo romántico.

Dirección artística para la película Mishima (Paul Schrader, 1985)

Faye Dunaway en la campaña publicitaria de Parco.

Diseño de vestuario de Cremaster 5 (Matthew Barney, 1997)

Figurín de Drácula, de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992)





Diseño de vestuario para The Cell (Tarsem Singh, 2000)

Concierto de Grace Jones.

Espectáculo de Le Circ du Soleil.

Diseño de vestuario para Teresa, el cuerpo de Cristo (Ray Loriga, 2007)


Diseño de vestuario de El sueño de Alexandria (Tarsem Singh, 2010)




Vestuario de Spiderman. The musical.

Vestuario de Inmortals (Tarsem Singh, 2011)

Su último trabajo, el vestuario de Mirror, Mirror (Tarsem Singh, 2012)

lunes, 23 de enero de 2012

Americanos en París



La place Furstemberg es uno de mis rincones favoritos de París. Sin tener nada destacable, se compone de una pequeña rotonda con una farola en el centro flanqueada por cuatro castaños, el espacio rezuma una atmósfera tan acogedora que sientes irremediablemente la necesidad de hacer un alto tu camino. También en este lugar se desarrolla la secuencia final de La edad de la inocencia. Newland Archer, el personaje que interpreta Daniel Day Lewis, ya anciando, dirige una mirada entre melancólica y resignada hacia la ventana donde vive la que fue el gran amor de su vida. Al final, la figura del caballero neoyorquino alejándose por las callejuelas de esta ciudad extrangera para él, siempre me ha resultado de lo más conmovedora.
Los norteamericanos, que sienten una fascinación particular hacia todo lo francés, (por resultarles, imagino, increíblemente exótico) les gusta de narrar la experiencia sensorial de sus compatriotas viajero en territorio galo. Y se me ocurren multitud de ejemplos. El pasado año Woody Allen reflexionaba sobre la nostalgia en Midnight in Paris a través de la visita que hacían sus personajes a la ciudad de la luz. Pero no era la primera vez que cambiaba la isla de Manhattan por la capital francesa, pues años antes había realizado similar ejercicio en Todos dicen I love you, aunque en aquella ocasión fue en clave de comedia coral, como homenaje al género musical clásico del estilo de Un americano en París, de Vincente Minelli.
En mi opinión, el realizador que más empeño ha puesto en reflejar este choque de culturas ha sido James Ivory. Su filmografía contiene tres películas menores que sin embargo componen una trilogía fantástica sobre la experiencia americana en París. La primera, Jefferson en París, ilustra el periodo como embajador del futuro presidente de los Estados Unidos en los convulsos tiempos revolucionarios. La segunda, La hija de un soldado nunca llora, es una pequeña joya que retrata la experiencia de una familia americana que tras vivir durante la década de los 60 en la capital francesa, se dan cuenta al volver a América que se han vuelto extrangeros en su propia tierra. Finalmente, en el 2003, dirigió una deliciosa comedia de enredo titulada Le divorce sobre los encuentros y desencuentros de familias oriundas de ambos lados del Atlántico.
Porque la ciudad de la luz ha sido el escenario perfecto para plasmar el amor intercultural tanto en clave de comedia, tal y como hacía Lawrence Kasdan en French Kiss como en clave romántica al estilo de Antes del atardecer de Richard Linklater.














Reconozco soy un romántico empedernido que sumado a mi amor incondicional hacia la ciudad de la luz podría incapacitarme totalmente a la hora de escoger alguno de los títulos mencionados. Sin embargo, si aún así tuviera que decantarme por uno, me quedaría sin lugar a dudas con el conmovedor capítulo que rodó Alexander Payne para París je t'aime. Todo un homenaje a la joie de vivre bajo la mirada solitaria de una cartera de Denver que descubre por primera vez los escenarios parisinos.