jueves, 30 de junio de 2016

Corredores de fondo


Melania Hamilton, o lo que es lo mismo, Olivia de Havilland cumple 100 años. Para mí, Olivia siempre será Melania. No existe en la historia decisión de casting más acertada. La actriz, ligada por contrato a la Warner, se cameló a la esposa de su jefe, para que lo convenciera de cederla a la Metro y conseguir así el papel de su vida. Según ella, esta fue la primera vez en la que pudo interpretar un personaje real, "no bidimensional".
Antes de nada, debo reconocer que siempre he simpatizado más con Scarlett que con Melania. Y también me siento más Coyote que Correcaminos. Los personajes de ficción que aparentan una bondad infinita e inquebrantable, provocan en mí una profunda desconfianza. Son esos buenos los que terminan saliéndose con la suya. Los que trazan un plan y lo cumplen. En definitiva, corredores de fondo. Almas obstinadas y tozudas que lo que persiguen realmente es su bienestar personal. La docilidad de Melania siempre me pareció turbia - Pienso en ella, y pienso en la May Welland de La edad de la inocencia.- Su rol de obstinada hermana y amante esposa. De la amiga incondicional que mira hacia otro lado al primer atisbo de infidelidad de su cuñada, era de todo menos claro. Y a buen seguro, ocultaba un plan secreto. Porque esa fuerza interna, esa obstinación de la bondad se convertían en una espada de Damocles sobre la conciencia de Scarlett O'Hara. Esa maravillosa antagonista. Real e imperfecta. Humana.
Olivia ha sobrevivido aquel personaje "de cuerpo frágil y cara con forma de corazón", de la novela de Margaret Mitchell. Hoy cumple 100 años y tras su apariencia de dulce abuelita nos observa esbozando una media sonrisa. Felicidades Melania. Ganaste la partida.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Vísteme despacio


No me gustan las preguntas insidiosas. De esas que evidencian una voluntad crítica por encima de la simple curiosidad. Preguntas como las del cónsul provinciano a la miss. ¿Qué sabe usted de mi país? ¿En qué época de la historia le gustaría haber nacido? Preguntas cuya respuesta conlleva a una desnudez bastante más evidente que la de esa miss dentro de su micro bikini.
¿Qué harías si mañana te volvieras multimillonario? Se acerca el sorteo de Navidad y seguro que a más de uno le habrán preguntado algo así. Se pueden buscar contestaciones comodín y así neutralizar cualquier valoración del que interpela. Pero realmente, ante la posibilidad de despertar un día multimillonario emergen en cada uno de nosotros una serie de deseos secretos que nunca confesaríamos públicamente.
Pero hoy tengo un día poco pudoroso y me voy a sincerar. Una de mis fantasías más ocultas sería poder pagar a alguien que me vistiera por las mañanas. Tal cual como les vestían a John Malkovich y Glenn Close en esa maravillosa película de Stephen Frears que es "Las amistades peligrosas". Poder prolongar ese amodorramiento del despertar y abandonarse al buen hacer de los sirvientes me provoca una atracción indescriptible. Para mí tiene que ser lo más el sumergirse en la dulce sensación del no-pensar mientras son otros los que articulan tus miembros y deciden si ese día llevarás una camisa o un jersey.
Pienso que el origen de este gusto extraño está en mis primeras clases de natación. Era habitual que al terminar el entreno, algunas madres de los alumnos nos ayudaran a vestirnos en el vestuario con el fin de no prolongar innecesariamente aquella actividad extra escolar de la tarde. Y siempre venían las mismas madres, que eran las que no trabajaban y que accedían a colaborar voluntariamente. Reconozco que con envidia observaba el cuidado con el que ayudaban a sus retoños: Redirigiendo los codos que se atascaban. O peinando los mechones revueltos de las cabecitas que asomaban bajo las prendas. Y aunque los otros hacíamos lo que podíamos, resultaba inevitable que más de uno regresara a su casa con el jersey puesto del revés.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Una historia de fantasmas


Recuerdo que aquel verano en casa de los abuelos mataba las tardes hojeando las revistas de mi tía que se acumulaban sobre la tele. Publicaciones que daban cabida tanto a noticias de sociedad como a crónica negra y reportajes pseudo científicos. Y recuerdo perfectamente aquél artículo de temática paranormal que trataba de una técnica novedosa para captar imágenes de fantasmas. Consistía en crear un circuito cerrado mediante una videocámara que enfocara, a su vez el monitor que reprodujera lo grabado. Según explicaban, esta grabación en bucle generaba un espacio virtual donde al parecer, los seres del Más Allá se sentían de lo más cómodos a la hora de manifestarse. Naturalmente, la fuente informativa no era la más fidedigna, sin embargo por aquel entonces, yo carecía de todo espíritu crítico. Y por otro lado, que el texto viniera ilustrado con un fotograma de Romy Schneider ya era un motivo más que suficiente para captar mi atención.
Aquel escrito describía la experiencia de un parapsicólogo alemán que había puesto en práctica el experimento audiovisual y que aseguraba haber visto formarse en la lluvia de la pantalla, un ectoplasma con el rostro de la actriz austriaca. Si el experimento en sí ya parecía sorprendente, más lo era que una estrella internacional decidiera manifestarse ante aquel señor anónimo. Pero lo que en verdad me inquietó fue observar de nuevo la foto de la actriz. Aunque salía caracterizada como la emperatriz Sissi -su personaje más popular-, yo no reconocía en esta a la muchacha inocente de las películas de los 50, sino a una mujer que parecía haber vivido y sufrido mucho.
Pienso que pasé el resto del verano fantaseando sobre la posibilidad de que en cuando uno llega al Mas Allá puede decidir con qué edad o aspecto se presenta a sus allegados. Lo que no llegaba a entender era qué pesar conduciría a aquella bonita actriz de las películas cursis -a quien ni tan siquiera daba por muerta- para manifestarse apesadumbrada en el televisor de un desconocido. Mi conciencia infantil no concebía el sufrimiento para la gente bella.
Tiempo después mi abuela Nico, toda una eminencia en cuestiones del "papel cuché", me pondría al día sobre el destino de la Schneider. De su relación con Alain Delon, de la trágica muerte de su hijo de 14 años atravesado por las rejas del jardín y de la terrible adicción al alcohol y los barbitúricos que la llevarían al suicidio. -Mi abuela relacionaba las vidas de Romy Schneider y Natalie Wood. Ambas sufrieron de maridos bellos y compartieron un final trágico-. Y estos descubrimientos coincidieron en esa época en la que uno cae en la cuenta que los cuentos de hadas no existen o que los ricos también lloran. En contraposición descubrí a la Romy Schneider de Chabrol, y de Welles. Y sobre todo a la actriz de Visconti, para quien retomaría en la película Ludwig, veinte años después de aquellas producciones folletinescas, el personaje de la emperatriz austro húngara. A día de hoy me resisto a ver la película de Visconti porque temo que en la pantalla no aparecería la actriz, sino a su fantasma.

miércoles, 18 de marzo de 2015

'Mesala' no es un color


Hace unos años Gore Vidal desveló que Ben-Hur era en verdad la historia de amor entre dos hombres a los que el destino arroja a un enfrentamiento de consecuencias trágicas e irreversibles. El autor, que había colaborado activamente en la escritura del guión, afirmaba que la escena del primer encuentro de Judá Ben-Hur con Mesala evidenciaba de forma muy clara esa tensión sexual entre ambos personajes. El príncipe judío estaba interpretado por ese actor que es miembro de la Asociación Nacional del Rifle, mientras que al jefe de las legiones romanas lo encarnaba el atractivo Stephen Boyd. Así que no es de extrañar que, según explicaba Gore Vidal, sólo se le informara a Boyd que iba a interpretar el rol de un amante despechado. Al otro, el de la Asociación Nacional del Rifle, no se le dijo nada. Conociendo sus convicciones más que retrógradas, se supone que no hubiera aceptado el papel. 
Como tantos otros de mi generación, he visto Ben-Hur infinidad de veces. Siempre por Semana Santa. Y debo reconocer que lo hacía con un cierto sentimiento de culpabilidad pues notaba en mí una simpatía inexplicable a favor de Mesala que era el villano cruel y vengativo. Al principio pensaba que me ponía de lado del que me parecía más guapo (tengo debilidad por los hoyuelos en el mentón). Ahora, tras conocer las aclaraciones de Vidal, ya respiro tranquilo entendiendo que estas inclinaciones se debían más bien a ese afán que uno tiene en ponerse de lado del más débil. Del amante rechazado. A final de cuentas, de lado del sufridor.

El otro día alguien por la radio hablaba de la existencia de un foro de creativos que forman una especie de Grupo Bildelberg del diseño. Una élite de sabios que determina de qué color serán los cordones de nuestros zapatos de aquí a dos temporadas. Esta gente había designado la referencia Pantone nº 18-1438 como el color de tendencia para el 2015. Un rojo terroso de color vino conocido como color "Marsala".
La cuestión es que el oído me quiso hacer una mala jugada y el nombre que retuve fue "Mesala". Y al momento me vino a la cabeza Ben-Hur, Stephen Boyd, las túnicas romanas, el vibrante rojo del Tecnicolor... En resumen, que aquella noticia me alegró el día.
Pero de repente te encuentras con alguien mucho mejor informado que como es natural, te corrige. Caes en el error y tus mejillas se encienden de ese color "Rojo apuro" que a buen seguro podrás encontrar en cualquier pantonera. Aún así, como mi naturaleza es rebelde, pongo a Dios por testigo que si este verano encuentro una prenda color Marsala. Si la llevo puesta no lo haré por tendencia. Lo haré por Stephen Boyd.


Pantone 18-1438

sábado, 22 de noviembre de 2014

Abstracción


Desdoblando el amasijo de plástico, Enrique se reencontró con aquella piscina de color azul en la que tan sólo se había bañado una vez. Recordó que la habían traído sus padres con la esperanza de hacerle más llevaderas las calurosas tardes de agosto en casa de los abuelos. Y aunque entonces debía ser muy pequeño, podía visualizar a su padre hinchando la piscina a pleno pulmón al tiempo que su madre extendía una toalla sobre la terraza acompañada de un buen surtido de juguetes. Debieron untarlo con un kilo de crema solar y a buen seguro que protegerían su cabeza con un gorrito. Sobra decir, que no lo sumergirían en el agua hasta asegurarse que la temperatura fuera ligeramente superior a la temperatura corporal. Enrique era hijo único, y como tal, siempre había estado superprotegido. 

Entendió entonces que aquella tarde, cuando sus padres lo sentaron en el fondo circular de la piscina, debieron quedar más que sorprendidos con su extraña reacción. En lugar de chapotear para celebrar la refrescante experiencia, el niñito se quedó inmóvil como una estaca aferrándose a las paredes hinchadas del pequeño habitáculo. Se le veía aterrado, y no apartaba la vista de aquél fondo acuático de apenas veinte centímetros de profundidad. Pues en realidad, lo que atemorizaba al pequeño Enrique era la visión de unos tentáculos amenazadores que precedían, sin ninguna duda, a un terrible monstruo abisal. Un insaciable depredador marino dispuesto a atraparlo al menor gesto o movimiento.
En realidad, aquellas figuras amorfas no eran más que una fotografía posterizada que decoraba el fondo de la piscina. La silueta de unas gaviotas sobrevolando el océano. Pero esto lo acababa de entender ahora. Para él, se trataba de una realidad demasiado simple para una imaginación portentosa que veía conejitos de algodón en el horizonte o fantasmagóricas miradas en los nudos de la madera. Lo cierto es que tras un ligero estremecimiento, en el rostro de Enrique se dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Propia de quien se sabe afortunado en vivencias, imaginadas o no.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Va de barbas


Según dicen, cuando una tendencia se ha vuelto popular, este ya es el primer síntoma de que ha pasado de moda. Por eso justo ahora es cuando me animo a tratar de un tema que se hace latente en la calle o en cualquier editorial de moda que se precie. No ha transcurrido tanto tiempo desde que el barbudo Christian Göran, llamaba especialmente mi atención como protagonista de un recordado anuncio de localizadores de hoteles on-line. Desde luego, aquella tipología de hombre no me resultaba habitual. Y de ahí, la singularidad del anuncio. Sin embargo a día de hoy, hasta un servidor ha terminado sucumbiendo a la moda llegando al punto de tener serias dificultades en reconciliarme con mi antiguo aspecto cuando en alguna ocasión he necesitado rasurarme. 
Como hijo de la transición democrática, siempre encontré en la barba unas connotaciones "progres" que aún estando en sintonía con mis convicciones sociales, terminaban topando irremediablemente con mis inclinaciones estéticas. La pana nunca me gustó. Y por aquél entonces todavía desconocía la enorme trascendencia del decadentismo finisecular en el que la que la figura del "dandy" (por supuesto barbudo) representaba su máximo exponente.
Si hay un culpable de esta moda de la barba, sin ninguna duda este sería Russell Crowe. Su personaje en Gladiator lucía una barba propia de los tiempos del emperador Marco Aurelio y esto enseguida empezó a vislumbrarse por las calle. Esto cobraría mucha más fuerza años después con el estreno de 300, aquella epopeya épica de Frank Miller basada en la batalla de las Termópilas. De hecho, fue el emperador Adriano, en el siglo II dC. quien inició esta moda a imitación de los gloriosos ejércitos espartanos de la Antigua Grecia de los que el Imperio Romano se denominaba natural continuador.
Hoy por hoy, con poner un pie en la calle, puedes encontrarte con un inagotable repertorio. Desde las más recortadas a las superpobladas. Las hay que parecen podadas por el jardinero más certero y también las socorridas barbas "de cuatro días". Últimamente el colectivo hipster ha popularizado las que yo denominaría "Profesor Bacterio". Una tipología que incluso alguna osada publicación ha sugerido adornarlas con flores naturales entrelazadas en el amasijo piloso.
No perdamos de vista esta esta moda que seguramente esté viviendo ya sus últimos coletazos. A saber con qué novedad nos sorprenderán en los tiempos venideros. Siempre existiremos almas moldeables dispuestos a seguirlas. Pero, por favor, sigámoslas con un cierto criterio. Nada me disgustaría más que encontrarme en las próximas navidades con un Papá Noel con un rasurado más suave que el culito de bebé.

El modelo Christian Göran, protagonista del anuncio de Trivago

Russell Crowe, el culpable de todo

Busto del emperador Adriano

La cuidadísima barba en la antigua Mesopotamia.

Se puede ser hipster y sexy a la vez

El Profesor Bacterio, marcando tendencia.

Hay barbas...

... y barbas.

Un "dandy" moderno

El "dandy" fue el gran referente del decadentismo finisecular

El zar Nicolás II y su primo Jorge V muy a la moda

En los 80 Michael de Kent continuador del "fashion-royalty"

Y los genes ahí están.

El universo femenino también tiene cabida...

... y mucho más el folclórico.

Aunque falsa, su barba resulta de lo más reveladora

Disney se apunta a todo

Arreglos florales

viernes, 15 de agosto de 2014

Aquella mujer


En la confluencia de la calle 72 con Central Park West, en lo que podría calificarse como la puerta de entrada al Upper West Side neoyorquino, se alza el mítico edificio Dakota: Un impresionante bloque de apartamentos de finales del XIX y estilo renacentista alemán que debe su fama justamente a la celebridad de sus habitantes. John Lenon fue asesinado en sus puertas y su viuda Yoko Ono sigue habitando allí. En sus apartamentos se han alojado personalidades tan ilustres como Leonard Bernstein, Rudolf Nureyev, Judy Garland, Roberta Flack o Boris Karloff. Y el realizador Roman Polansky, localizó en su interior la inquietante "Rosemary's Baby" - por razones que muchos entenderán, me niego a mencionar la desafortunada traducción que tuvo esta película en España-. Por todo esto y mucho más, la visita a tan célebre edificio es obligadísima para cualquiera que visite Manhattan.
Yo decidí acercarme al Dakota en mi último viaje a Nueva York hace unos siete años. Sin embargo, el recuerdo que conservo del edificio es bastante vago. Casi me atrevería a decir que inexistente. Porque aquella calurosa tarde del Labor Day, en la famosa esquina de la calle 72 con Central Park West a quien me encontré fue a otra de sus célebres habitantes: Lauren Bacall. Es curioso como uno puede llegar a olvidar periodos más o menos prolongados de su vida y sin embargo recordar con exactitud milimétrica vivencias ocurridas en apenas unos segundos. Recuerdo perfectamente la imponente presencia de aquella mujer, su rebelde melena canosa y un magnetismo indescriptible. También recuerdo cómo de forma automática mi mano se fue hacia la cámara fotográfica con la intención de inmortalizar una leyenda viva y cómo al momento un ataque inseguridad y/o temor me llevó a no hacerlo. Quisiera recordar que me mirara, mas esto no ocurrió. Aquella calurosa tarde del Labor Day de hace siete años en la confluencia de la calle 72 con Central Park West me limité a observar a la estrella con la conciencia de aquél momento era uno de esos regalazos que te da la vida y que difícilmente se vuelven a repetir.

Lauren Bacall (Nueva York, 1924-2014)