Melania Hamilton, o lo que es lo mismo, Olivia de Havilland cumple 100 años. Para mí, Olivia siempre será Melania. No existe en la historia decisión de casting más acertada. La actriz, ligada por contrato a la Warner, se cameló a la esposa de su jefe, para que lo convenciera de cederla a la Metro y conseguir así el papel de su vida. Según ella, esta fue la primera vez en la que pudo interpretar un personaje real, "no bidimensional".
Antes de nada, debo reconocer que siempre he simpatizado más con Scarlett que con Melania. Y también me siento más Coyote que Correcaminos. Los personajes de ficción que aparentan una bondad infinita e inquebrantable, provocan en mí una profunda desconfianza. Son esos buenos los que terminan saliéndose con la suya. Los que trazan un plan y lo cumplen. En definitiva, corredores de fondo. Almas obstinadas y tozudas que lo que persiguen realmente es su bienestar personal. La docilidad de Melania siempre me pareció turbia - Pienso en ella, y pienso en la May Welland de La edad de la inocencia.- Su rol de obstinada hermana y amante esposa. De la amiga incondicional que mira hacia otro lado al primer atisbo de infidelidad de su cuñada, era de todo menos claro. Y a buen seguro, ocultaba un plan secreto. Porque esa fuerza interna, esa obstinación de la bondad se convertían en una espada de Damocles sobre la conciencia de Scarlett O'Hara. Esa maravillosa antagonista. Real e imperfecta. Humana.
Olivia ha sobrevivido aquel personaje "de cuerpo frágil y cara con forma de corazón", de la novela de Margaret Mitchell. Hoy cumple 100 años y tras su apariencia de dulce abuelita nos observa esbozando una media sonrisa. Felicidades Melania. Ganaste la partida.